Había llegado a mis oídos la versión renovada de una antigua leyenda, ocurrida sobre mil novecientos y poco en las estribaciones de la sierra de Gredos. En la que se cuenta las hazañas de una serrana salteadora de hombres para el amor, a la que escucho Juan Ruiz palabras jactanciosas:
Que por esta encontrada
que yo tengo guardada
no pasan los hombres salvos
El romancero popular conserva entre multitud de pequeños sucesos el recuerdo de la serrana salteadora de Extremadura.
Allá en la garganta de la Olla
en la Vera de Plasencia,
saltéame una serrana,
blanca, rubia, ojimorena
rebozada caperuza
lleva, porque así cubierta
el rostro, nadie la viese
y así de ella señas tuviera
Yo amante de las aventuras insólitas en general y de las mujeres singulares en particular decidí encaminarme una mañana de primavera hacia aquellos berrocales y veredas a la búsqueda de esta nueva versión de Venus Montaraz. La mujeres singulares como yo las llamo tienen para mi un magnetismo especial me gustan con carácter, un poco de ingrediente come hombres, vampírica, sin ser lagartona, coqueta, sensual, audaz sin ser golfa, seguras y dueñas de si mismas, y lo mas principal femeninas capaces de gozar y hacer gozar al hombre, incluso como en este caso… "a la fuerza".
Estuve recorriendo los pueblos serranos, sus calles sus tabernas y muy especialmente parando en los llamados; "hogares de los viejos" locales municipales dedicados a centro de mayores, buscando enlazar la memoria de la Serrana de la Vera con algún atisbo de su reedición moderna. Así en uno de estos lugares sentado frente a una frasca de buen vino local de pitarra, conversaba yo con Venancio un hombre de noventa y tres años de piel curtida y agrietada, por el tiempo vivido a la intemperie, de ojos vivos brillantes y de mirada curiosa como la de los niños, con una mente muy lucida al que se le atribuía haber sido asaltado por la serrana.
¿Asi que Venancio cuentan que a usted se le apareció la virgen… "serrana"?
jajaja que se me va aparecer la virgen, menuda guarrona, además la serrana trajinaba por aquí cuando yo no había nacido y esta era mas joven, de lo que decían de la otra.
Pues cuénteme usted entonces el porque de ese calificativo,
Mira te voy a contar la verdad, que por aquí no la he dicho a nadie, andaba yo de zagal pastoreando a las borras –ovejas- en las majadas y nos quedábamos varios días sin bajar al pueblo para aprovechar mejor los pastos. Y un día… cosa de muchachos, y de la soledad se me ocurrió darle un arreón a una borra. Estaba en una barranca debajo de un nogal dale que te pego y cuando termino de irme –correrme-, me vuelvo y me la encuentro allí, detrás mío con una especie de pañuelo tapándole la cara y todo al aire como cuando su madre la trajo al mundo, tocándose sus partes, y riéndose, yo también estaba desnudo de la parte de abajo y me quede…cuajaó al verla, como te digo yo era un zagal, ella se acerco y empezó a restregármelo todo, claro no tarde ná en ponerme pá arriba, ella se puso a cuatro patas y me dijo riendo ¡a ver que haces con esta borra!. ¿Que iba hacer? si me había puesto "to esfaratao" a si que empecé arrearla con la cosa, -polla- ella se revolvía bravía y se apretaba contra mi, en los empellones hasta que me fui otra vez. Se levanto y volvió a meterme mano y a restregarse un buen rato yo no decía ni hacia nada, como ya le digo no me atrevía a ná era hembra muy buen puesta y decidía, yo no tenia ninguna experiencia pero pá ese asunto ya veras que no hace falta bachillerato así que en cuanto me empezó a trajinar un rato me puse de nuevo pá arriba to tieso, me tumbo en el suelo se puso encima, y me lo hizo como un verraco se lo hace a su hembra, hasta que me volví a ir otra vez y se me fue pá abajo. Pues todavía me dio otro repaso y hizo que me fuese de nuevo, yo era fuerte joven pero ya me temblaban las piernas y no podía mas me quede tumbao sin fuerzas pá moverme, ella siempre riéndose, dijo que se iba a por la ropa y desapareció entre unas peñas… no volvió , estuve toda la tarde y al otro día sin fuerzas pá ná piensa
que solo comía un pedazo de pan y algo de tocino, cuando pude reunir a las borras me faltaba una, seguro que me las robaron, mientras la cacho guarra me entretenía, seis meses tuve que trabajar para el amo sin cobrar por la perdida de la borra , así que menuda virgen, ¡¡la madre que la echo!!.jajaja
Pero Venancio… después de ese festival siempre habrá usted pensado ¡que le quiten lo bailado! jajaja ¿no la volvió a ver?
Que va esa no era de por aquí, si no la habría visto alguna vez por que siempre que iba a los pueblos de al lado en ferias, me fijaba a ver si la pillaba, esa vino a quitarme la borra y abusar de mi, casi me quita el resuello, jajaja.
Mujer peligrosa, con la que tropezó Venancio, aunque no encajaba bien con el relato de la Serrana de la Vera de Constancio B Quiros, sobre todo en el tiempo. ¿seria una imitadora como en el caso de ahora?. Era malos tiempos en la comarca y otros lugares.
También en la provincia de Salamanca hubo a principios del siglo XIX un caso de bandolerismo femenino aludido como el caso de las Negras o las Manolas salteadoras, incendiarias, depredadoras que nunca aceptaron la colaboración de ningún hombre, además se traduce que la Serrana era… ladrona de hombres para el amor, en eso si coincidía con el caso de Venancio.
Después de mucho caminar por aquellos parajes, en busca de lo que esperaba fuese una versión mas lúdica de la Serrana de la Vera me pareció ver fugazmente una silueta de mujer que se perdió entre la maleza, pensé que lo mejor seria provocarla y me puse desnudo contra el viento en lo alto de una roca, insolentemente desafiando el rayo, de esta tempestad de pasión, pero todo fue en vano. Fue cayendo la tarde sin que nada ocurriese y aunque tenia reservada una habitación en un pequeño hotel con encanto, me apeteció vivaquear, así fui en busca de mi saco de dormir y me dispuse a pasar la noche al raso. Tumbado bajo millones de estrellas, reflexioné, sobre la teoría, de que todas las estrellas no existían, algunas eran luz proyectada, que viajando por el espacio había tardado millones de años en llegar hasta mi, cuando la estrella, la fuente de luz, haría miles o millones de años que había dejado de existir. ¡Entonces no seria aquello lo que yo estaba buscando? el eco de una historia que se había ido transmitiendo de boca en boca hasta llegar a mi después de mas de cien años. La fiebre, por el día pasado al sol, me fue sumiendo en un sopor, nublándome la mente, de pronto note unos fríos y húmedos labios sobre los míos resecos, abrí los ojos y vi una bella forma de mujer, quise abrazarla pero era intangible, inmaterial como una bruma, ¡¡ UN ENTE ASTRAL!! Diría con ojos desorbitados Manuel un amigo cubano metido a chaman para incautos... UN ESPIRITU DESENCARNADO...chico, escapado de una mala ouija, que busca apoderarse de tu cuerpo y si eso pasa es terrible chico... Pero yo ya estaba perdido... Sumido en convulsiones lujuriosas era poseído, galopado a horcajadas, hasta que una ola de placer recorría mi cuerpo y mojaba mis calzoncillos.
la mañana siguiente un poco repuesto, lo emplee en un reencuentro con la naturaleza, caminando por pastizales de monte bajo tapizados de cantueso en plena flor, exhalando un intenso perfume y exquisito néctar, que hacia que las abejas normalmente ariscas y belicosas, se dejasen acariciar por mi sin prestarme la mas mínima atención, entregadas a las sublimes labores de la pecorea.
Ya en el hotel después de un buen baño y reponer fuerzas, mientras tomaba café, tuve la osadía de preguntar al camarero, si conocía algo de aquella historia de la serrana salteadora, acercándose y bajando la voz me dijo que Regina una viuda joven y de buen ver del pueblo, se comentaba que la habían visto, ¡¡hurgando por el monte a los forasteros!!, ante mi cara de asombro, acercándose mas me dijo; si usted quiere conocerla, su casa es la ultima del pueblo ladera arriba , vaya al anochecer por la parte de atrás, zona de corrales, dígale que va de parte de Horacio y le ha de atender bien, levantándome dando muestras de agradecimiento no pude de pensar en voz baja ¡¡Dios salve a Regina!!
Deje pasar la tarde con la inquietud carcomiéndome de nervios, queriendo adelantar el viaje del sol por el cielo y que anocheciera mas rápido, hubiese preferido un encuentro en mitad del monte agreste, pero no podía ni quería dejar pasar la oportunidad de Regina. Deslizándome por la trasera de los huertos y corrales, acompañado de ruidos, de gallinas y ovejas, alcance la ultima casa como me había indicado Horacio, me saludo el ladrido de un perro que fue la señal para que se abriese la puerta y una silueta femenina de buen porte se dibujo en el quicio a contraluz, avanzo hacia mi mientras me hacia señales para que me acercara, pero como le paso a Venancio me quede petrificado, sin movimiento y solo un leve cosquilleo me hacia notar, como se me iba levantando la polla.
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